La Resistencia es una canción triste

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Redacción y fotos: Alexis Castillo @alexisnoticia

La calle principal del barrio La Resistencia es una vía alfombrada en tierra y piedra, la escenografía perfecta de una canción triste, un camino de polvo alborotado por remolinos de viento que surgen como imágenes fantasmales, aplacados a ratos por el agua esparcida por algunos habitantes.

Recorrer este sector permite divisar una estela de familias humildes, regadas en una comunidad que cruje con el ardiente sol oriental, sedienta de organización, de amor propio y ayuda gubernamental. Este lugar es la antítesis del paraíso, el refugio de quienes con poco luchan contra la adversidad.

Es uno de los barrios pobres de Barcelona, capital del estado Anzoátegui, un región turística y petrolera. La Resistencia ha cobijado a más gente a lo largo de los años, seres humanos con sueños, esperanzas, necesidad de casa propia, a quienes no les quedó más remedio que levantar un rancho hecho de láminas de zinc, madera y otros materiales a la espera de mejores­­­­ condiciones de vida.

Ha crecido al lado de las­­­­ riberas del caudaloso río Neverí, por el que  muchas familias adicionalmente sufren con cada crecida en tiempo de lluvia, un afluente útil para la proliferación de insectos, roedores, es sitio de descarga de las aguas residuales, es un manantial de vida y problemas.

A pocos metros está ubicada la zona industrial Los Montones, tal vez, surgió la Resistencia por el fulgor que despertó hace años este condominio empresarial. Hoy, mermada la actividad y abandonados muchos de los galpones, suspira un pasado con ajetreo de obreros y maquinaria.

La calle principal del barrio La Resistencia es una vía alfombrada en tierra y piedra

Hay que escuchar a Carmen Rodríguez, habitante de esta popular comunidad, explica que en tantos años ha habido ofrecimientos que siguen sin cumplirse. “Nos ofrecieron la sustitución de ranchos por casas y la electrificación en la calle La Bolivariana. Pasan los años y seguimos esperando”. Martínez puntualiza que cuentan con Consejo Comunal, “pero no nos dan respuestas a los planteamientos”.

A Carmen Luisa González, una abuela de 70 años de edad, no le intimidan las dificultades. “Aquí he vivido por más de 30 años, ningún camión viene a recoger la basura, así que la quemamos. No hay cloacas, pero con nuestro propio dinero hemos hecho las redes. Tenemos lo que tenemos por nuestra fuerza y trabajo”.

Mirian Rojas, Rosalbis Tenorio y Tibisay Sifontes aspiran que la mirada de los gobernantes se enfoque en el barrio, no es una súplica advierten.  “Es el derecho que tenemos como habitantes a recibir beneficios del gobierno”, resuelve Tenorio.

“Aquí hay terrenos con capacidad para construir casas dignas para muchos que todavía viven en ranchos, para todos los que necesitamos un mejor vivir”, expresó Sifontes, quien nos señala una inmensa parcela de tierra que “la vez que consultamos a la alcaldía su posible utilización para el pueblo, llegaron y desmalezaron, compactaron y cercaron. Nadie respondió nuevamente sobre el terreno”.

Las hectáreas que miran con interés en La Resistencia es tan amplia como un campo de fútbol, ciertamente está desmalezada, aplanada y protegida por muros de concreto. Los vecinos también hacen un llamado por espacios que permanecen abandonados, como dos construcciones que habían sido pensadas para industrias. Se observa sólo el esqueleto metálico dentro de muros de concreto.

 

“Aquí hay terrenos con capacidad para construir casas dignas”

Durante el recorrido hubo que ir hasta la vivienda de Carmen Luisa de Figuera, una muchacha de no más de 24 años, madre de cinco hijos pequeños, habita en un rancho. Nos invita a pasar y el asombro estalla al ver su realidad de pobreza abrumadora.

En esta casa cría a sus niños y duermen en colchones desnudos, con los resortes y la goma espuma expuestos, son camas marrones de tanto polvo. Hay dos cuartos en este rancho, sólo uno tiene puerta y está estampada de mensajes, números y frases. Es en este reguero de escritos donde Carmen tiene anotado los dos números de teléfono de su marido.

Su hogar está por debajo del nivel del cauce del río, también de una laguna de aguas negras que está justo atrás. “Cuando llueve el agua se mete en la casa. Lo que pido es que nos ayude el gobierno a tener una casa digna”, expresa triste y se le escapan el llanto.

Es una situación difícil, pero ella afirma que allí vive hasta que pueda contar con otra posibilidad. “A dónde voy, aquí permanecemos, mi marido trabaja en cualquier oficio para la comida diaria”.

Golpea duro la precariedad de esta mujer, pero nos comentan los vecinos que son testigos de este drama que hay otros en igual o peor circunstancia. Nos retiramos dejando atrás a esta mujer con su realidad conmovedora.

Partimos en busca de más verdades, y nos cuentan los habitantes que cada período de invierno fuerte el sitio es un lodazal. “Como ninguna calle está asfaltada se hace difícil transitar por el barro que se forma, además, el agua se empoza y como puede cada quien saca lo que le toca, abrimos zanjas, intentamos que no se nos inunde todo, pero todo se inunda al final”, señaló Carmen Martínez.

 

No hay drenajes, todo se inunda

La última vez que las calles desaparecieron y hubo más de una vivienda bajo el agua acumulada fue en septiembre de 2012. Familias de la Resistencia, Los Montones y El Muro vieron anegadas sus casas. Es un panorama que se repetirá probablemente, pues persisten las mismas condiciones que años antes.

La escuela más próxima está a unos 20 minutos, y cerca hay un dispensario que está abierto al público hasta las 12:00pm. Los vecinos refieren que necesitan mayor dotación, un horario de esta instalación de salud a tiempo completo.

Al preguntar por la seguridad, concuerdan que es visible el patrullaje de la Policía Nacional Bolivariana, pero que igual  hay temor a salir a altas horas de la noche. Existe en el sector un área delimitada para una cancha, pero la Alcaldía de Barcelona sólo aportó recursos y se hizo un piso.

Este espacio carece de cercado, techado, estructuras para practicar algún deporte como fútbol o baloncesto. Es utilizable en horas del día, porque en las noches no cuenta con alumbrado.

Se hace imperativo que los jóvenes, los niños niñas y adultos tengan un sitio para el deporte, sería un antídoto a tanta violencia social, un freno a la delincuencia, el flagelo de las drogas. Es más que un clamor, un asunto obligado que debe ser atendido por las autoridades, como tantos otros problemas que se reproducen en La Resistencia.